lunes, 18 de junio de 2018

#56: Los malditos prejuicios.


Vivimos en una sociedad en dónde las impresiones cuentan, el físico importa y lo que nos dicen los demás de otros tiene un peso importante. Pongamos por ejemplo la raza del perro de la imagen del artículo: un Pit bull. 

Por creencia popular, y por historia humana, es una raza americana usada para las peleas callejeras y, por tanto, se le conoce como un animal agresivo y violento, se le teme y se le es visto de mala forma. 

William James, filósofo norteamericano del siglo XXI, tiene una frase genial sobre y para aquellos que, antes que dar una oportunidad, optan por creer lo que los otros dicen: 

"Un gran número de personas piensan que están pensando cuando no hacen más que reordenar sus prejuicios". 

Y es que no porque lo diga la mayoría, o porque lo creamos cierto, tiene que ser necesariamente verdad. La vida está llena de muchas sorpresas y no siempre un buen regalo está envuelto en una hermosa caja. 

Con los Pit bull sucede, regresando al ejemplo de inicio, que las personas pasan de largo ante ellos no dándose la oportunidad de "tratar" a la raza. Cosa contraria si el animal en cuestión fuese un Chihuahua, un French Poodle o cualquier perro simpático... 

Lo mismo, malamente comparando, con las personas. En ocasiones vemos a una persona desalineada, mal vestida ¿? y prejuzgamos como que es alguien que no vale la pena. 

¿Y realmente es así?

Nos privamos la oportunidad de romper esa barrera, que nosotros mismos ponemos, para conocer de verdad a la persona. 

¿Qué acaso no dicen que lo importante es lo que hay "dentro"? 

Luchar contra esa tendencia natural de juzgar antes de tiempo es complicado, al fin y al cabo somos seres visuales y por ello la belleza, tan subjetiva como es, raya siempre en una línea muy delicada. 

Creo que lo interesante es, al enfrentarnos a una situación así, respondernos a nosotros mismos si realmente estamos pensando por nosotros mismos o, como lo decía James, simplemente traemos a colación un sin fín de ideas ajenas que, adueñándolas, le damos el mote de nuestro prejuicio personal. 

No pasa nada con no pensar por un momento y dejarse llevar. 

El mundo está como está precisamente porque nos dejamos influenciar por lo que otros dicen de los otros. 
Imagen | Propia. 

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